jueves, 15 de diciembre de 2011

RELATO: EL PREMIO

La felicidad escribe páginas en blanco. Es lo que le ocurrió a Manuel cuando le tocó el gordo de la lotería ¡1 millón de euros!.

No cabía en sí de gozo cuando recibió la noticia, ¡la de cosas que iba a poder hacer con tanto dinero!, ¡se acabaron las preocupaciones!.

No solo pensaba en mejorar su propia calidad de vida, también podría ayudar a algunos parientes y amigos que lo estaban pasando realmente mal.

Inesperadamente, una nube comenzó a interferir con su luminoso futuro: ¿Cómo se lo contaría a los compañeros del partido?.

Como si le hubiese leído el pensamiento, recibió la llamada de Carlos, secretario del PATA, Partido Auténtico de Trabajadores Anarquistas.

No llamaba por el premio sino para informarle de la asamblea en la sede, a las 8, para organizar la manifestación, por la calle Atocha, del miércoles.

Cuando Manuel llegó a la sede del PATA, sita en el barrio de Lavapiés, unas 12 personas abarrotaban el local y el debate acababa de comenzar. Se discutía sobre el contenido de la pancarta que encabezaría la manifestación. Carlos presentó su propuesta: ¡Camaradas, propongo el lema “20% de impuesto anual para los grandes patrimonios”!.

Aunque sabía que las propuestas del PATA tenían un alcance limitadísimo, Manuel palideció al pensar lo rápido que volaría su premio en el hipotético caso de que ésta prosperara.

La cosa se puso aún peor cuando intervino Antonio, el ala más a la izquierda del partido,: “Vamos a ser consecuentes, las fortunas se han hecho a base de acumular capital usurpando a los trabajadores las plusvalías de su trabajo. Es hora que exijamos que esas plusvalías sean restituidas. Propongo que el impuesto sea de, al menos, el 30% anual.”

Pero, balbuceó Manuel, puede haber pequeñas fortunas ganadas legítimamente.

¿Qué dices?. Gritó Antonio. ¿Puedes decirme cómo se puede conseguir, por ejemplo, un millón de euros sin explotar a los trabajadores que los han producido?

Manuel prefirió no entrar en polémica porque se sentía muy mal. Aunque finalmente triunfó la propuesta moderada de Carlos, la felicidad que había experimentado hacía unas pocas horas, se había transformado en un profundo desasosiego al caer en la cuenta de que el premio había levantado un muro entre él y sus viejos compañeros.

Esa noche la pasó en blanco mientras que, dentro de su cabeza, se mantenía un violento debate. Una de las voces decía: ¡olvídate de ellos, son unos utópicos y unos muertos de hambre!. La otra: son tus camaradas de toda la vida, ¿Cómo los vas a defraudar?. Ambos discursos se alternaban, o simultaneaban, sin descanso.

Al día siguiente, aunque ya le tenía ganas al capataz, no dijo nada del premio en el trabajo y pasó la jornada trabajando en su fresadora aunque a un ritmo muy lento porque se encontraba fatal, física y mentalmente. Cada día estás más atontao, le dijo el capataz.

Por la tarde, volvió a la sede, tenían que discutir detalles de la manifestación: Quién se encargaba de hacer la pancarta, a pesar de su ideología radicalmente igualitaria, siempre tenían que acabar recurriendo a una mujer; quién portaría las banderas republicanas etc.

Manuel se decidió a agarrar el toro por los cuernos y pidió la palabra: Camaradas una cuestión previa: Me han tocado 1 millón de euros en la lotería.

Los otros cuatro miembros de la ejecutiva le miraron boquiabiertos. ¿Estás de coña?, dijo finalmente Antonio.

Es totalmente cierto, en estas circunstancias, para ser consecuente, creo que lo mejor es que dimita en mi puesto de la ejecutiva y devuelva mi carnet del PATA.

Manuel se sintió aliviado, al desvelar su secreto, y esperó el aluvión de reproches de sus compañeros pero estos no llegaron.

A ver, eso de dimitir y dejar el partido me parece una tontería, dijo Carlos.

Pero… nosotros estamos contra los ricos.

Los que han sacado el dinero a los trabajadores. Si te toca en la lotería es otra cosa.

Naturalmente, terció Antonio, en la pancarta no vamos a poner toda la casuística, pero la manera como se ha adquirido la fortuna debe ser tenida muy en cuenta a la hora de determinar el impuesto. En cuanto a tu puesto en la ejecutiva, son los compañeros los que te han nombrado y a ellos correspondería cesarte, aunque yo no veo motivos.

Confiamos en ti y sabemos que harás un uso decente del dinero dijo otro compañero.

De regreso a casa, Manuel se sentía nuevamente feliz. Sus compañeros le habían dado una lección práctica de lo que predicaban: solidaridad, confianza, democracia. ¡Ni siquiera le habían pedido nada!

Como estaba agotado se acostó muy pronto y se durmió en seguida. Entonces comenzó a sonar el teléfono.